La docente Sol Cuntin del Departamento de Artes Audiovisuales rinde un homenaje a algunas de las actrices más representativas del cine argentino, que han educado y conmovido con sus personajes a generaciones de espectadores.
Por Sol Cuntin
Durante el período clásico (1933-1956), Libertad Lamarque, Tita Merello, Mecha Ortiz, Zully Moreno, Mirtha Legrand, Delia Garcés, Amelia Bence, Sabina Olmos, María Duval, Fanny Navarro, Olga Zubarry, Laura Hidalgo y muchas otras han educado y conmovido a los espectadores representando diversas modalidades de personajes. Sucede que el cine de la época, tal como lo ha planteado Claudio España en “Cine Argentino, Industria y Clasicismo”1, constituye una suerte de escuela sentimental de la clase media puesto que forja patrones de conducta socioculturales. No pretendo efectuar un análisis exhaustivo de un vasto corpus filmográfico, sino que simplemente haré dialogar ciertos textos fílmicos con la finalidad de rendir un homenaje a algunas de las actrices más representativas del cine argentino del período. Para ello iré capturando instantes de algunos momentos emblemáticos de nuestra cinematografía, tal como si se tratase de un guión cinematográfico. En nuestro breve recorrido, nos trasladaremos desde el ideal de pureza y la alegría de los primeros sueños de juventud, hacia el pasado sombrío que pululaba por los cafetines para ver cómo se pone en crisis o se instaura el sistema patriarcal en los textos fílmicos. Comencemos por plantearnos un primer interrogante: ¿Con qué soñaban nuestras primeras divas?
El sueño del casamiento
En "Los martes orquídeas" (1941, Mugica) Mirtha Legrand suspira por Efraín, un candidato ideal emanado de las novelitas rosas que lee y que desde su imaginación es una suerte de príncipe ideal. Es de noche y Elenita se encuentra junto a su padre contemplando el cielo desde un balcón, mientras suspira con aire de ensueño:
“Cierro los ojos y pienso cosas maravillosas, me veo linda, admirada, entro a salones llenos de luces y de espejos, todo el mundo me mira y me corteja. A mi lado hay un joven de ojos soñadores que me toma las manos y me habla de amor, mientras a lo lejos se oye un canto. Así paso horas y horas”.
El padre (Enrique Serrano) disimula ante Elenita hasta que una mueca delata que ese universo de ensoñación le resulta frívolo. Aquí el texto actoral que compone Mirtha Legrand es el de la mujer ingenua, dando lugar a al rol de la mujer virginal que posee aptitudes para convertirse en una compañera fiel y virtuosa.2 En "Esposa último modelo" (1950), Schlieper efectúa una parodia de esa noción de mujer perfecta, ya que María Fernanda (nuevamente interpretada por Mirtha Legrand), simula ser una excelente ama de casa, pero cuando recibe la compra del supermercado y llega un camión entero de mercadería se devela que es una niña rica que carece de todo tipo de habilidad hogareña.
Los personajes que interpretaba Mirtha Legrand eran jóvenes alegres, inocentes y malcriadas. Luego Daniel Tinayre permitirá que la estrella se adentre en universos más sombríos y realistas como el de “La patota” (1960.)
Hubo otra niña en nuestro cine con sueños precoces de contraer nupcias. Fue una de las actrices más talentosas y lúcidas que tuvo nuestra cinematografía y que tenía la habilidad de forjar sus propios parlamentos y de expresarse con palabras inventadas. En "Hay que educar a Niní" (1940, Amadori), Niní Marshall le da vida a una colegiala que expresa su sueño de amor en los albores de la plena juventud:
“NINÍ:
¿por qué no me echa señora directora, no ve que soy una burra?
DIRECTORA:
¿Por qué queres que te echen?
NINÍ:
Para casarme. ”
Cuando le preguntan para qué desea contraer matrimonio, ella responde que quiere tener un hombre con el cual poder ir al cine.3
Sin embargo, esa pureza e inocencia se ponen en crisis ante el sufrimiento que trae aparejado la fusión con otras formas de espectáculo populares, entre las que se destaca principalmente el tango.
El mal de tango
A veces los sueños femeninos y la inocencia resultan peligrosos, ya que en los melodramas los hombres maltratan o se abusan de las heroínas. En "Tango!" (1933, Luis Moglia Barth), el personaje de Berretín (interpretado por Luis Sandrini) y Alberto Gómez están conversando en el cafetín mientras Tita Merello suspira pensativa. Ella aparece encuadrada en un primer plano y en el centro del cuadro hay una botella:
“Pero qué querés, tenía la cabeza llena de pajaritos, vivía soñando, estaba ciega. Ahora, ¡Que desgraciada soy Alberto!”
Así se lamentaba Tita Merello por haber caído en las redes del malandra, ese pavo que la llevó al cabaret, tal como enuncia la letra del tango. Merello ha interpretado a mujeres fuertes, firmes y de mucho carácter que se caracterizaban por ser autosuficientes y que padecieron por desviarse del camino y entregarse antes de tiempo o por caer en la miseria. En "Arrabalera" (1950, Demicheli) se narra una vertiente sórdida del sueño del matrimonio. Tita se expresaba de este modo:
“Una sueña toda la vida con este momento, se pasa la vida pidiendo revistas prestadas para elegir el traje de blanco con la cola larga y en cambio mirá lo que puedo ofrecer, un chico que grita como un marrano.”
En esta película el sueño del matrimonio aparece opacado por las penurias económicas.
Por otra parte, en el período clásico hubo además un crisol de personajes femeninos que atentaban contra el matrimonio como institución y que son las oponentes del texto estrella de “La esposa modelo”, eran las mujeres del cabaret o de la boite que tomaban champagne y que pensaban sólo en el dinero, tal como June Marlowe de “Casamiento en Buenos Aires" (1940, Romero).
Si el niño bien ponía su apellido y la dignidad de la familia en riesgo, sus padres o tías se opondrán fervientemente, como ocurre en "Puerta Cerrada" (1939, Saslavsky). Parecería que Nina Miranda (Libertad Lamarque) podría redimirse y dejar de cantar tangos para entonar de allí en adelante solamente la canción de cuna. Eso es lo que le pide su prometido Raúl (Agustín Irusta) como condición para permanecer a su lado, pero el único consuelo posible para Nina es morir en brazos de su hijo. Junto a Tita Merello, Libertad Lamarque es la primera gran estrella de nuestro cine argentino. Ya en "La ley que olvidaron" (1937), Ferreyra construía su rol de sufrida inocencia y pureza manchada. Libertad Lamarque deambula en la calle, vencida y atormentada por las malas lenguas del vecindario, quienes creen que ha sido madre soltera, cuando en realidad le han endilgado un hijo ajeno. El sufrimiento adquiría carnadura con una letra que dice así:
“María, yo soy la pobre María y llevo en mi nombre mi propia agonía (…) es mi camino según mi destino de eterna María.”
Y para intensificar aún más esa asociación simbólica que porta el sufrimiento de este nombre, el segmento finaliza con un fundido hacia un plano de la Virgen. Por último quisiera revisar un film ineludible para esta fecha patria. Se trata de "El conventillo de la paloma" (1936, Torres Ríos), basado en el sainete de Vaccarezza. Esta película constituyó en su época un genuino intento de continuar forjando la identidad nacional. Torres Ríos nos introduce en el universo diegético mediante diferentes planos de lo urbano y lo portuario. Luego de sumergir al espectador en el espacio de la ciudad y de los suburbios del riachuelo, nos adentramos en el sombrío estado anímico de la Paloma (Alicia Barrié). Nombre puro si los hay, pero esa marca resulta paradojal y lleva un significado subvertido, ya que la protagonista es una mujer de la noche que se redime ingresando al conventillo para convertirse en el objeto de deseo de todos los inmigrantes que habitan la pensión y que provoca la envidia de todas las mujeres. Hacia el final del film, la variopinta fauna de inmigrantes conmemoraba una fecha patria con un baile en el patio de un conventillo.
La impura Paloma, la pobre abnegada María y la crédula Tita dialogaban tácitamente entre sí con sus pesares, mientras las puras soñaban con el vestido blanco. A todas las divas le rendimos nuestro más cálido homenaje en el marco del Bicentenario.
Referencias
1 España Claudio: Cine Argentino, industria y clasicismo. Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 2000.
2 Ese es un tópico temático que está presente en varios filmes a nivel normativo, independientemente de que el matrimonio se consume o no a lo largo del desarrollo narrativo.
3 En "Los tres berretines" (1933), el film inaugural de los estudios Lumiton, las mujeres de la casa también trastocaban el orden y se rehusaban a cocinar para ir a ver películas.
Durante el período clásico (1933-1956), Libertad Lamarque, Tita Merello, Mecha Ortiz, Zully Moreno, Mirtha Legrand, Delia Garcés, Amelia Bence, Sabina Olmos, María Duval, Fanny Navarro, Olga Zubarry, Laura Hidalgo y muchas otras han educado y conmovido a los espectadores representando diversas modalidades de personajes. Sucede que el cine de la época, tal como lo ha planteado Claudio España en “Cine Argentino, Industria y Clasicismo”1, constituye una suerte de escuela sentimental de la clase media puesto que forja patrones de conducta socioculturales. No pretendo efectuar un análisis exhaustivo de un vasto corpus filmográfico, sino que simplemente haré dialogar ciertos textos fílmicos con la finalidad de rendir un homenaje a algunas de las actrices más representativas del cine argentino del período. Para ello iré capturando instantes de algunos momentos emblemáticos de nuestra cinematografía, tal como si se tratase de un guión cinematográfico. En nuestro breve recorrido, nos trasladaremos desde el ideal de pureza y la alegría de los primeros sueños de juventud, hacia el pasado sombrío que pululaba por los cafetines para ver cómo se pone en crisis o se instaura el sistema patriarcal en los textos fílmicos. Comencemos por plantearnos un primer interrogante: ¿Con qué soñaban nuestras primeras divas?
El sueño del casamiento
En "Los martes orquídeas" (1941, Mugica) Mirtha Legrand suspira por Efraín, un candidato ideal emanado de las novelitas rosas que lee y que desde su imaginación es una suerte de príncipe ideal. Es de noche y Elenita se encuentra junto a su padre contemplando el cielo desde un balcón, mientras suspira con aire de ensueño:
“Cierro los ojos y pienso cosas maravillosas, me veo linda, admirada, entro a salones llenos de luces y de espejos, todo el mundo me mira y me corteja. A mi lado hay un joven de ojos soñadores que me toma las manos y me habla de amor, mientras a lo lejos se oye un canto. Así paso horas y horas”.
El padre (Enrique Serrano) disimula ante Elenita hasta que una mueca delata que ese universo de ensoñación le resulta frívolo. Aquí el texto actoral que compone Mirtha Legrand es el de la mujer ingenua, dando lugar a al rol de la mujer virginal que posee aptitudes para convertirse en una compañera fiel y virtuosa.2 En "Esposa último modelo" (1950), Schlieper efectúa una parodia de esa noción de mujer perfecta, ya que María Fernanda (nuevamente interpretada por Mirtha Legrand), simula ser una excelente ama de casa, pero cuando recibe la compra del supermercado y llega un camión entero de mercadería se devela que es una niña rica que carece de todo tipo de habilidad hogareña.
Los personajes que interpretaba Mirtha Legrand eran jóvenes alegres, inocentes y malcriadas. Luego Daniel Tinayre permitirá que la estrella se adentre en universos más sombríos y realistas como el de “La patota” (1960.)
Hubo otra niña en nuestro cine con sueños precoces de contraer nupcias. Fue una de las actrices más talentosas y lúcidas que tuvo nuestra cinematografía y que tenía la habilidad de forjar sus propios parlamentos y de expresarse con palabras inventadas. En "Hay que educar a Niní" (1940, Amadori), Niní Marshall le da vida a una colegiala que expresa su sueño de amor en los albores de la plena juventud:
“NINÍ:
¿por qué no me echa señora directora, no ve que soy una burra?
DIRECTORA:
¿Por qué queres que te echen?
NINÍ:
Para casarme. ”
Cuando le preguntan para qué desea contraer matrimonio, ella responde que quiere tener un hombre con el cual poder ir al cine.3
Sin embargo, esa pureza e inocencia se ponen en crisis ante el sufrimiento que trae aparejado la fusión con otras formas de espectáculo populares, entre las que se destaca principalmente el tango.
El mal de tango
A veces los sueños femeninos y la inocencia resultan peligrosos, ya que en los melodramas los hombres maltratan o se abusan de las heroínas. En "Tango!" (1933, Luis Moglia Barth), el personaje de Berretín (interpretado por Luis Sandrini) y Alberto Gómez están conversando en el cafetín mientras Tita Merello suspira pensativa. Ella aparece encuadrada en un primer plano y en el centro del cuadro hay una botella:
“Pero qué querés, tenía la cabeza llena de pajaritos, vivía soñando, estaba ciega. Ahora, ¡Que desgraciada soy Alberto!”
Así se lamentaba Tita Merello por haber caído en las redes del malandra, ese pavo que la llevó al cabaret, tal como enuncia la letra del tango. Merello ha interpretado a mujeres fuertes, firmes y de mucho carácter que se caracterizaban por ser autosuficientes y que padecieron por desviarse del camino y entregarse antes de tiempo o por caer en la miseria. En "Arrabalera" (1950, Demicheli) se narra una vertiente sórdida del sueño del matrimonio. Tita se expresaba de este modo:
“Una sueña toda la vida con este momento, se pasa la vida pidiendo revistas prestadas para elegir el traje de blanco con la cola larga y en cambio mirá lo que puedo ofrecer, un chico que grita como un marrano.”
En esta película el sueño del matrimonio aparece opacado por las penurias económicas.
Por otra parte, en el período clásico hubo además un crisol de personajes femeninos que atentaban contra el matrimonio como institución y que son las oponentes del texto estrella de “La esposa modelo”, eran las mujeres del cabaret o de la boite que tomaban champagne y que pensaban sólo en el dinero, tal como June Marlowe de “Casamiento en Buenos Aires" (1940, Romero).
Si el niño bien ponía su apellido y la dignidad de la familia en riesgo, sus padres o tías se opondrán fervientemente, como ocurre en "Puerta Cerrada" (1939, Saslavsky). Parecería que Nina Miranda (Libertad Lamarque) podría redimirse y dejar de cantar tangos para entonar de allí en adelante solamente la canción de cuna. Eso es lo que le pide su prometido Raúl (Agustín Irusta) como condición para permanecer a su lado, pero el único consuelo posible para Nina es morir en brazos de su hijo. Junto a Tita Merello, Libertad Lamarque es la primera gran estrella de nuestro cine argentino. Ya en "La ley que olvidaron" (1937), Ferreyra construía su rol de sufrida inocencia y pureza manchada. Libertad Lamarque deambula en la calle, vencida y atormentada por las malas lenguas del vecindario, quienes creen que ha sido madre soltera, cuando en realidad le han endilgado un hijo ajeno. El sufrimiento adquiría carnadura con una letra que dice así:
“María, yo soy la pobre María y llevo en mi nombre mi propia agonía (…) es mi camino según mi destino de eterna María.”
Y para intensificar aún más esa asociación simbólica que porta el sufrimiento de este nombre, el segmento finaliza con un fundido hacia un plano de la Virgen. Por último quisiera revisar un film ineludible para esta fecha patria. Se trata de "El conventillo de la paloma" (1936, Torres Ríos), basado en el sainete de Vaccarezza. Esta película constituyó en su época un genuino intento de continuar forjando la identidad nacional. Torres Ríos nos introduce en el universo diegético mediante diferentes planos de lo urbano y lo portuario. Luego de sumergir al espectador en el espacio de la ciudad y de los suburbios del riachuelo, nos adentramos en el sombrío estado anímico de la Paloma (Alicia Barrié). Nombre puro si los hay, pero esa marca resulta paradojal y lleva un significado subvertido, ya que la protagonista es una mujer de la noche que se redime ingresando al conventillo para convertirse en el objeto de deseo de todos los inmigrantes que habitan la pensión y que provoca la envidia de todas las mujeres. Hacia el final del film, la variopinta fauna de inmigrantes conmemoraba una fecha patria con un baile en el patio de un conventillo.
La impura Paloma, la pobre abnegada María y la crédula Tita dialogaban tácitamente entre sí con sus pesares, mientras las puras soñaban con el vestido blanco. A todas las divas le rendimos nuestro más cálido homenaje en el marco del Bicentenario.
Referencias
1 España Claudio: Cine Argentino, industria y clasicismo. Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 2000.
2 Ese es un tópico temático que está presente en varios filmes a nivel normativo, independientemente de que el matrimonio se consume o no a lo largo del desarrollo narrativo.
3 En "Los tres berretines" (1933), el film inaugural de los estudios Lumiton, las mujeres de la casa también trastocaban el orden y se rehusaban a cocinar para ir a ver películas.